Ese maldito instante
La niña ojitos de miel llora porque se ha perdido, lleva puestos unos zapatitos de charol, un vestidito rosa y dos grandes moños en la cabeza. Inmersa en la tormenta humana entre furiosas bocinas y ruidosos motores deja escapar sus dulces lágrimas que riegan las estériles veredas.
El semáforo en rojo detiene los autos, la pequeña cruza la calle y gira sobre sí como un carrousel de caramelo y chocolote. Al levantar la mirada descubre el cielo nocturno manchado de estrellas inmenso y sereno igual que un gran elefante. Su madre corre desesperada por la ciudad preguntando a cada transeúnte por su pecosa hermosa, pero la calle es ciega y muda y responde con gesto indiferente ante el dolor ajeno.
Las horas han pasado con la lentitud de una macabra tortura. La madre ha caído en esos momentos en que dudamos o tratamos de negar la realidad y todo parece un estúpido sueño; su figura deambula resignada frente a caras anónimas mientras la niña sentada en la hamaca de una plaza ríe a carcajadas ante las piruetas que realiza un sucio mendigo.
Espejos enfrentados-Iván Quinteros-1998
miércoles, 13 de mayo de 2020
domingo, 10 de mayo de 2020
La ética del escritor
“El artista es el creador de cosas bellas. Revelar el arte y ocultar al
artista es la finalidad del arte”
Oscar Wilde
Al editar uno toma distancia de
la historia contada y tiene la posibilidad de percibir algunos detalles a los
cuales permaneció ciego durante el frenesí de la creación literaria. Digo ciego
y pienso también ajeno, el escritor se siente un extranjero allí donde hace
instantes fue amo, de hecho, los personajes y la historia misma han ido por
caminos no anticipados. Se abre aquí una zona de conflicto pues se cruzan el
hecho ético y estético, la libertad de los personajes y la trama narrada se
desentienden de la voluntad generadora, sin embargo el demiurgo es quien corre
el velo o el telón a esa historia y no otra. Podríamos decir entonces que el escritor es libre solo cuando
queda al servicio de las heterogéneas éticas de los personajes aun cuando estos
cometan acciones opuestas a la suya propia. La ocasión hace al ladrón.
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