Leer
es revivir
Errante
en las sombras te busca y te nombra
Gardel-Le
Pera
Una noche, una amante sorprendida
por la cantidad de libros de mi biblioteca personal me preguntó si
efectivamente los había leído a todos. Un poco desconcertado por su pregunta me
quedé en silencio y luego de un rato con una sonrisa pícara para esconder
cierto pudor confesé que sí, “los he leído en su mayoría, pero no por una
cuestión de acumulación de capital (una biblioteca no es la bóveda de un banco
y los libros no dan ganancias ni perdidas y mucho menos intereses o rentas
financieras) sino por el dulce placer de la lectura en sí misma, por el placer
de viajar a otras épocas o lugares”. Tal vez algunos de esos ejemplares los
dejo para más adelante añejándose como vinos, sobre todo los de autores a los
cuales más estimo pues me niego a leer toda su obra (incluso me ha pasado detenerme
páginas antes de finalizar una novela); siempre dejo algo por leer, agotar la lectura
de un autor amado sin dudas es una fatalidad. Más allá de los libros leídos o
no leídos, en mi interior creció una gran nostalgia ante aquella pregunta pues
al contemplar los anaqueles uno nunca sabe si va a volver a transitar esos
libros, sobre todo los más queridos. Releer es revivir momentos de la vida, y
todos en algún momento de nuestras vidas percibimos o tomamos conciencia hemos
vivido más de lo que nos queda por vivir. Entonces ya no hay tiempo para perder
e intentamos volver y aferrarnos en aquellas lecturas donde fuimos felices,
incluso aquellos lugares idealizados que tal vez hayan sido muy distintos al recuerdo
atesorado, esto también ocurre con mucha frecuencia con respecto a las amistades
y los amores. Cuando el presente nos abruma y no tenemos fuerza para continuar hacia
adelante recurrimos a la fuga como soldados desertores y enunciamos la exangüe
frase “todo tiempo pasado fue mejor”.
Borges señala en una
conferencia que todos los lectores tenemos la posibilidad de leer a las grandes
almas de la historia humana: los clásicos; Ítalo Calvino afirma que toda
lectura de un clásico es en realidad una relectura. En definitiva, todos
queremos ser felices y retornar allí donde alguna vez lo fuimos, donde
descubrimos la belleza, donde amamos por vez primera, retornar a nuestro lugar
de origen, a nuestros seres queridos; pero como nos cuentan los antiguos todos
los héroes de Troya sufrieron la maldición de Casandra, sus regresos fueron verdaderos
calvarios, procesiones hacia lo trágico, tal vez solo Ulises tuvo éxito luego
de liberarse de la ninfa Calipso y afrontar todas las vicisitudes de su odisea hasta
retornar junto a Penélope, solo este héroe pudo tras lanzar su flecha certera y
matar a todos sus contrincantes fundirse en un abrazo a su amada mujer e
intentar recuperar el tiempo perdido. ¿Pudo acaso volver atrás Cristóbal Colón?
¿Incluso Neil Armstrong pudo retornar a la tierra luego de haber pisado la
luna? ¿En qué pensaba Napoleón desterrado y confinado en la isla de Santa
Elena?
Miro mi biblioteca y voy
seleccionando libros que volveré a leer, incluso libros que recomendaré (recomendar
un libro es un acto de amor). Estoy en mi escritorio en silencio observando por
la ventana las nubes azules de este invierno porteño sobrevolando las cúpulas
de los edificios, siento una gran nostalgia por aquellos paraísos perdidos, una
gran emoción en el pecho. De todas maneras, sé que la vida siempre está en el presente
y en el futuro, en los libros nuevos, en las nuevas voces que vendrán, en el
brillo de esas nuevas voces que a su manera recontarán historias ya vividas e
incluso contadas por nuestros mayores pero que recibiremos con sagrada fe
poética, con la misma pasión que damos o recibimos un beso o un abrazo como si
fuera siempre el primero a pesar de ya haber transitado más de un desengaño amoroso.
De los libros que voy
eligiendo para releer percibo algún criterio dispar, por ejemplo: este fue el
regalo de un ser querido, este otro lo adquirí en una fecha especial, este lo
leí en unas vacaciones frente al mar donde fui muy feliz sin saberlo. Tal vez leer
es revivir todos aquellos buenos momentos, circunstancias y personas que la
vida nos brindó, instantes que ya no volverán pero que al mismo tiempo nunca
nos abandonarán. Sin embargo, insisto, el porvenir siempre nos convocará a
seguir caminando y aventurarnos en la vitalidad de nuevos relatos. Tal vez sea
el momento de regalar todos los libros de mi biblioteca para revivir en nuevas
lecturas.