miércoles, 23 de septiembre de 2020

Leer es revivir

 

 

 Leer es revivir

Errante en las sombras te busca y te nombra

Gardel-Le Pera

 

Una noche, una amante sorprendida por la cantidad de libros de mi biblioteca personal me preguntó si efectivamente los había leído a todos. Un poco desconcertado por su pregunta me quedé en silencio y luego de un rato con una sonrisa pícara para esconder cierto pudor confesé que sí, “los he leído en su mayoría, pero no por una cuestión de acumulación de capital (una biblioteca no es la bóveda de un banco y los libros no dan ganancias ni perdidas y mucho menos intereses o rentas financieras) sino por el dulce placer de la lectura en sí misma, por el placer de viajar a otras épocas o lugares”. Tal vez algunos de esos ejemplares los dejo para más adelante añejándose como vinos, sobre todo los de autores a los cuales más estimo pues me niego a leer toda su obra (incluso me ha pasado detenerme páginas antes de finalizar una novela); siempre dejo algo por leer, agotar la lectura de un autor amado sin dudas es una fatalidad. Más allá de los libros leídos o no leídos, en mi interior creció una gran nostalgia ante aquella pregunta pues al contemplar los anaqueles uno nunca sabe si va a volver a transitar esos libros, sobre todo los más queridos. Releer es revivir momentos de la vida, y todos en algún momento de nuestras vidas percibimos o tomamos conciencia hemos vivido más de lo que nos queda por vivir. Entonces ya no hay tiempo para perder e intentamos volver y aferrarnos en aquellas lecturas donde fuimos felices, incluso aquellos lugares idealizados que tal vez hayan sido muy distintos al recuerdo atesorado, esto también ocurre con mucha frecuencia con respecto a las amistades y los amores. Cuando el presente nos abruma y no tenemos fuerza para continuar hacia adelante recurrimos a la fuga como soldados desertores y enunciamos la exangüe frase “todo tiempo pasado fue mejor”.

Borges señala en una conferencia que todos los lectores tenemos la posibilidad de leer a las grandes almas de la historia humana: los clásicos; Ítalo Calvino afirma que toda lectura de un clásico es en realidad una relectura. En definitiva, todos queremos ser felices y retornar allí donde alguna vez lo fuimos, donde descubrimos la belleza, donde amamos por vez primera, retornar a nuestro lugar de origen, a nuestros seres queridos; pero como nos cuentan los antiguos todos los héroes de Troya sufrieron la maldición de Casandra, sus regresos fueron verdaderos calvarios, procesiones hacia lo trágico, tal vez solo Ulises tuvo éxito luego de liberarse de la ninfa Calipso y afrontar todas las vicisitudes de su odisea hasta retornar junto a Penélope, solo este héroe pudo tras lanzar su flecha certera y matar a todos sus contrincantes fundirse en un abrazo a su amada mujer e intentar recuperar el tiempo perdido. ¿Pudo acaso volver atrás Cristóbal Colón? ¿Incluso Neil Armstrong pudo retornar a la tierra luego de haber pisado la luna? ¿En qué pensaba Napoleón desterrado y confinado en la isla de Santa Elena?

Miro mi biblioteca y voy seleccionando libros que volveré a leer, incluso libros que recomendaré (recomendar un libro es un acto de amor). Estoy en mi escritorio en silencio observando por la ventana las nubes azules de este invierno porteño sobrevolando las cúpulas de los edificios, siento una gran nostalgia por aquellos paraísos perdidos, una gran emoción en el pecho. De todas maneras, sé que la vida siempre está en el presente y en el futuro, en los libros nuevos, en las nuevas voces que vendrán, en el brillo de esas nuevas voces que a su manera recontarán historias ya vividas e incluso contadas por nuestros mayores pero que recibiremos con sagrada fe poética, con la misma pasión que damos o recibimos un beso o un abrazo como si fuera siempre el primero a pesar de ya haber transitado más de un desengaño amoroso.
De los libros que voy eligiendo para releer percibo algún criterio dispar, por ejemplo: este fue el regalo de un ser querido, este otro lo adquirí en una fecha especial, este lo leí en unas vacaciones frente al mar donde fui muy feliz sin saberlo. Tal vez leer es revivir todos aquellos buenos momentos, circunstancias y personas que la vida nos brindó, instantes que ya no volverán pero que al mismo tiempo nunca nos abandonarán. Sin embargo, insisto, el porvenir siempre nos convocará a seguir caminando y aventurarnos en la vitalidad de nuevos relatos. Tal vez sea el momento de regalar todos los libros de mi biblioteca para revivir en nuevas lecturas.

 

 

 

lunes, 15 de junio de 2020

Esclavos de las palabras


¿Existe un contrato implícito entre lector y escritor?
Desde la época de la caverna los seres humanos hemos compartido nuestras historias al calor de una fogata. Los que permanecían dentro de la caverna escuchaban con credulidad las experiencias vividas por los más aventureros en el exterior. La literatura de ficción nace allí, en esa escena. La literatura desde su inicio es comunicación y su intriga se funda en la capacidad de los oradores para captar la atención del público y en la magnitud de sus aventuras relatadas.
El llamado pacto de ficción entre el escritor y el lector se sostiene en la dialéctica entre la credulidad y la incredulidad, cuando la trama pierde tensión o se generan ruidos dentro del relato se pierde la atención del receptor, el oyente nunca es pasivo, en todo caso su quietud es signo de concentración y aceptación.
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha es considerada la primera novela moderna, las circunstancias de su escritura al menos son llamativas. Miguel de Cervantes Saavedra escribe el Quijote durante su estancia en la cárcel, es decir en la oscuridad del encierro, privado de su libertad.
Si Dios creo al hombre para que le contara cuentos el hombre creo a Dios para encontrar la libertad del silencio.

lunes, 1 de junio de 2020

El titanic


El Titanic
El premio Nobel norteamericano Ernest Hemingway formuló la teoría literaria del iceberg por la cual el escritor se concentra en relatar los hechos y dejar de lado información decorativa o tal vez superflua o prescindible. El escritor tendrá un conocimiento total de la historia (lo cual le dará mayor potencia y credibilidad a su relato) pero solo compartirá lo importante de ella, la parte del iceberg que emerge sobre la superficie y omitirá la otra gran parte sumergida allí donde el lector deberá encontrar lo esencial de la narración.
Podríamos seguir ahondando en la teoría propuesta por este gran escritor del siglo XX, tendríamos varias líneas a desandar, por ejemplo, esta teoría comparada con la teoría de Freud sobre el Iceberg, sería interesante también analizar la teoría del poder subyacente en ambas formulaciones, pero en estos días mi pensamiento giró alrededor del pequeño relato ese Maldito instante compartido en el artículo anterior que suelo utilizar en talleres de escritura como objeto de trabajo. El texto en sí mismo para mi tiene un significado simbólico, pero más allá de esto me importa su forma, es un texto abierto, se desconocen las causas y consecuencias del relato, la trama es tensa y de resolución incierta, esto abre la puerta al lector para continuar y completar la historia. Esa es la propuesta en el taller, continuar la historia de la niña perdida y debo decir que siempre me sorprende los múltiples finales propuestos por los talleristas.  
En la novela "Adiós Hemingway" del cubano Leonardo Padura, el detective Conde, durante un diálogo con su mejor amigo el Flaco enumera los diferentes tipos de escritores existentes:
—No, Salvaje, no estoy tan seguro. Acuérdate de que hay muchas clases de escritores: los buenos escritores y los malos escritores, los escritores con dignidad y los escritores sin dignidad, los escritores que escriben y los escritores que dicen que escriben, los escritores hijos de puta y los escritores que son personas decentes…
—¿Y dónde pones tú a Hemingway?
—Creo que era un poco de todo.
En fin, así como existen distintos tipos de escritores y teorías literarias, tal vez podríamos afirmar que la belleza justifica los medios.